Martita de Graná llega a Barcelona tras toda una gira de “Mi padre flipa”, un poco cansada de repetir una y otra vez el mismo texto sobre el escenario. Siente que Barcelona le cargará las pilas para recuperar la chispa y que quedarse aquí le dará una nueva dimensión a su carrera, sobre todo porque no tiene muy claro que va a ser de ella cuando acabe la gira. Pero no funciona. En la ciudad, sus planes se truncan: rodeada de postureo, ella cree no está a la altura, y se esforzará por encajar en un ambiente radicalmente distinto al suyo, dejando atrás su vida y sus costumbres de Granada. Un error monumental que la bloqueará todavía más.