
Pequeñas, redondas y llenas de carácter. No subestimes el poder de una minidona. Son como pequeños soles glaseados que iluminan cualquier momento. Ideales para decorar, para meter en una piñata dulce o para hacer que los niños (y no tan niños) se acerquen con curiosidad a la mesa de postres. La dosis justa de dulzura y alegría.